Texto original de Susana Aréchaga y Luis Ambrós publicado en el reportaje «Más Madera» (El País Semanal, nº 1,851), por Susana Aréchaga y Luis Ambrós: son unos fotógrafos y periodistas especialistas en arquitectura
, interiorismo y mobiliario. Donostiarras de origen y radicados en Madrid, firman reportajes en revistas y magazines nacionales e internacionales. Ellos hacen las fotos de Haiku-Futon desde los comienzos y desde entonces hemos ido colaborando en distintos trabajos, muestra de ello son:
- Vivienda unifamiliar en Cintruénigo (Navarra). Un proyecto de vanguardia del estudio «Koarquitectura» galardonado con premios de arquitectura en España e Italia. Fue fotografiada por Susana Aréchaga y Luis Ambrós para la revista Diseño Interior. Mobiliario cama y mesillas Itaca de Haiku-Futon en el dormitorio.
- Loft en San Sebastián de los Reyes Madrid. Fotografiado por Susana Aréchaga y Luis Ambrós para la revista 20 Casas. Cama Itaca y shoji de Haiku-Futon en el dormitorio.
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En Haiku-Futon hemos hecho una apuesta clara por la madera trabajándola siempre en macizo y cuidando especialmente los acabados que se realizan con aceites vegetales que penetran la madera alimentándola hasta su saturación. El trabajo cuidado y artesanal consigue imprimir un carácter propio a todos nuestros muebles.
Como podemos leer en este articulo que nos dejan para compartir con nuestros clientes y que titulan «Más Madera», esta es una tendencia que ha ganado terreno entre los mejores diseñadores del momento.
Hacia 2005 se desvanecieron la seguridad en el estilo y la unidad del gusto de interioristas y diseñadores. Los profesionales de la decoración se habían aburrido del minimalismo.
En las «casas de revista» los espacios comenzaban a hacerse más densos y a saturarse de notas personales: cada objeto contaba una historia propia. El color caprichoso, los volúmenes irregulares, la mezcla de lo viejo y lo nuevo, las cretonas y los papeles pintados se sobreponían a la lisura y la austeridad geométrica antes imperantes. El verdadero lujo ya no se escondía, pero tampoco el simulado se avergonzaba de sí mismo. Las tendencias sobrevenidas se identificaban en catálogos y los medios especializados con palabras antiguas, como «romanticismo», «eclecticismo chic» o «barroco». Parecíamos situarnos el umbral de un tiempo en que se iba a respaldar cualquier propuesta, por más extravagante que fuera, siempre que viniera avalada por un nombre de culto o testimoniase un estilo de vida susceptible de atraer la atención de un público ávido de estímulos y novedades. Pero la irrupción de la crisis, que ya se hizo sentir fuertemente en la segunda mitad del 2007, hizo añicos esta ansia de nuevos estímulos y todo el juego escénico aparejado.
El valor redescubierto por las firmas y los creadores para mantenerse próximos a un público que estaba, de pronto, para muy pocas alegrías, ha sido la «naturalidad». Un material vivo e intemporal, además de reciclable y biodegradable, la madera, vuelve así a primer plano. En su trabajo se transluce la recuperación de los modos artesanales y en su uso la necesidad del público de rodearse de valores reales y tangibles. El placer de tocar, contrapuesto al formalismo etéreo y a la voluntad de desmaterialización minimalistas, había sido reivindicado ya entre2000 y 2005 por diversas colecciones de objetos que los hermanos Campana diseñaron para Edra. Estaba también implícito en propuestas «brutalistas» como los muebles de roble macizo de los alemanes E15 ó en la serie Slab de Tom Dixon. Hans Wegner, que falleció en el 2007, acostumbraba a presentarse a sí mismo como un modesto carpintero danés admirador del mueble «amish». Sus sillas, elaboradas en roble, haya o fresnos macizos y acabadas con aceites y ceras naturales, habían sido una referencia ubicua de elegancia sencilla. Grandes firmas internacionales del diseño reinterpretan hoy sus colecciones en esta clave. La italiana Cassina, que promueve una «estética del tacto» fundada en la simbiosis de la «tecnología de vanguardia y la artesanía», ha lanzado en 2011 «Authentic Materials» una reedición de clásicos de Rietveld, Le Corbusier, Perriand y Jeanneret. Son productos similares a los prototipos salidos del taller de los autores y capaces por ello de «destilar ante el público sus deseos íntimos y personales». Entre tanto, Porro y Zanotta editan muebles cuyos frentes exhiben minuciosos trabajos de marquetería, una técnica artesanal ajena hasta hace muy poco al universo del diseño.
La madera maciza está viva y evoluciona en el interior de los hogares como un organismo natural, bien ofreciendo soporte estructural a las estancias bien componiendo zócalos, puertas y solados. En su versión más delicada, las chapas de las maderas preciosas, desde el nogal autóctono hasta los exóticos palo de rosa o cebrano, siempre han revestido muebles y superficies elaborados con tablas de más baja calidad. Pero la madera también se utiliza «muerta», desprovista de savias y ligninas, como en el caso de los tableros de fibras de densidad media (DM) cuyo uso masivo proviene sólo de los años ochenta. El empleo de la madera, tanto en el mundo del mueble como en el equipamiento doméstico, ofrece hasta hoy un amplio recorrido tecnológico. No en vano coinciden prácticamente en el tiempo, hacia 1866, la factura por Thonet de la primera silla moderna (fabricada en serie con haya curvada al vapor y distribuida en todo el mundo despiezada y empaquetada, con sus instrucciones de montaje dentro) y el descubrimiento del linóleo, un compuesto de polvo de corcho, minerales y fibras de maderas de desecho compactadas con aceite de lino sobre una arpillera. El Viroc, un compuesto de maderas y cemento, puede pasar por la versión contemporánea de aquel linóleo (que, por cierto, vuelve a instalarse masivamente y en su versión natural tradicional, sin PVC). De la misma manera, los tableros contrachapados, que Alvar Aalto y el matrimonio Eames utilizaron en la confección de sus muebles, tienen un trasunto actual en los tableros fenólicos, que reemplazan las colas naturales que compactan las chapas por resinas endurecidas a muy altas temperaturas.
«Sostenibilidad» es un término gravado por un uso abusivo que lo convierte habitualmente en un mero latiguillo, pero aplicado a los bosques madereros tiene un sentido preciso: no se tala un árbol sin plantar otro, habida cuenta del tiempo de crecimiento y del hábitat de cada especie. La ecología no es un plus sino un requisito insoslayable que supervisan agencias, estatales y privadas, que certifican la correcta gestión ambiental de las empresas que distribuyen y tratan la madera. Jesús de los Ojos y Pedro Ramos son los arquitectos que componen el núcleo creativo de Ilione, una productora de diseño de edición limitada y un taller de ebanistería radicado en Medina del Campo. «Los protocolos de nuestro taller estipulan el recorrido de nuestro producto desde su origen certificado en bosques sostenibles hasta su acabado sin barnices ni poliuretano. Sólo empleamos aceites y ceras de mantenimiento mucho más delicado.» Además, la ecología va hoy por hoy de la mano de la economía, entendida como ingenio y frugalidad. Esa es la impresión que se les ha quedado tras su visita el pasado otoño en la feria Qubique de Berlin. «Es evidente que las firmas incorporan ahora procedimientos de la artesanía tradicional en busca de costos más bajos y formas de montaje más inteligentes.» Sus sistemas de estanterías Geta y Truus están hecho con abedul finlandés contrachapado y DM coloreado en masa. No llevan tornillos, sólo una cruz de San Andrés que le prestan estabilidad. Experimentamos ahora mismo con el chopo. Una madera mucho más extendida en España que el abedul. Lo traemos de León. El tablero de chopo, compactado con colas ecológicas, tiene una consistencia perfecta y un peso un 30% inferior al del abedul.»
Pero la madera de actualidad tanto para fines estructurales como la elaboración de muebles y la carpintería corriente es, sin lugar a dudas, el bambú. Moso ha suministrado el material para la impactante techumbre de la Terminal 4 de Barajas y provee a gigantes del diseño como Cassina o Artek. Ellos importan de China el «moso» o «Phyllostachys pubescens». Esta planta leñosa, cultivada en bosques sostenibles, alcanza en apenas cinco años la altura y la dureza necesarias para su cosecha. La madera se prensa plana (tablas encoladas en sentido horizontal), en vertical o de un tercer modo que Moso denomina «density» (la madera se prensa desfibrada antes de encolarse). Los tableros horizontales y verticales tienen una dureza similar a la del roble, pero el tablero «density» ofrece la madera natural más dura que es posible encontrar hoy en el mercado. Los nudos visibles en los frentes y los dibujos geométricos de sus perfiles les prestan a todos ellos una singular belleza.
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